sábado, 17 de agosto de 2013

Etapa previa: Roncesvalles, el comienzo del inicio del Camino

Tras arribar a las tres de la tarde a la estación de tren de Pamplona en pleno bochorno veraniego, hemos cogido el autobús número 9 hacia la estación de autobuses donde, muertos de hambre, hemos comprado los billetes de las seis para Roncesvalles.

La duda sobre dónde comer, nos la ha resuelto Dani, guiándonos hacia la calle Estafeta, pegada a la plaza de toros y famosa no sólo por ser testigo de los encierros de San Fermín sino también por sus bares de tapas. Allí hemos comido un menú del día, que no del peregrino. Después de todo, todavía no hemos empezado el peregrinaje y no nos hemos ganado ese derecho.


Café con hielos, foto con la estatua homenaje a los encierros, persecución de monja y para el autobús. Una hora y diez de viaje por carreteras intrincadas atravesando los verdes paisajes navarros para llegar al inicio del comienzo, recibidos por una agradable lluvia fina que nos refrescaba del bochorno de la tarde.


Nos hemos dirigido al nuevo albergue  vecino a la Colegiata y nos hemos llevado el chasco del temido NO VACANCIES, por lo que nos han redirigido al viejo albergue, construido en el siglo XII y con una magia especial, como se puede comprobar en la foto.

Terracita hasta las diez, una caña —algunos dos—, pincho de tortilla y croquetita. Alrededor, cruce de culturas; a la izquierda un irlandés de Limerick charlando sobre sus motivaciones frente a una pinta de rubia, a la derecha dos sicilianos con muy buen humor y se nos ha cruzado un maromo en bici que hace el Camino sobre una rueda. Lo mejor es que si coincidimos de nuevo tendré oportunidad de compartir experiencias y comprobar cómo de oxidados tengo el inglés y el italiano.

Y poco más. A dormir, que a las diez es el toque de queda. Mañana tenemos pensado despertarnos a las seis y media, comenzar la caminata con el amanecer, desayunar en Burguete y llegar al menos hasta Zubiri.
Ya os contaré qué tal...

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